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UN BREVE ENSAYO DESDE LA NEUROCIENCIAS

Al formular el refrán “Perro viejo no aprende trucos nuevos” se desprende que no es posible adquirir nuevos aprendizajes durante la adultez ya que el funcionamiento neurológico sería estático. Sin embargo, citando a Jonah Lehrer, “El cerebro no es de mármol, es de arcilla, una arcilla que no se endurece nunca” (Lehrer, 2010; en Palma, 2019), se expone una mirada diferente, y es que independiente de la edad el cerebro mantendrá su carácter de plasticidad. A medida que envejecemos se producen cambios en el cerebro que conllevan a un declive, y también a una preservación de determinadas funciones mentales (Gámiz y Gallo, 2011; en Moreno et al., 2013). A nivel fisiológico-funcional se observan cambios en distintas estructuras cognitivas durante el envejecimiento; particularmente hay una disminución en el volumen del cerebro y la materia gris – conformada por los somas de las neuronas- (OECD, 2007; en Guglielman, 2012), y también cambios en la sustancia blanca -constituida por los axones mielinizados-, que disminuye el número de axones y refleja un deterioro mielínico (Pannese, 2011; Salat, 2011; en Moreno). Las neuroimágenes han evidenciado una mayor contracción en el caudado, el cerebelo y también una disminución en los volúmenes del hipocampo (Raz 2000 , Raz et al. 2004; en Park y Reuter,2012), éste último es un circuito cerebral vital para el funcionamiento de la memoria y del aprendizaje (Pereira et al., 2007; Moreno et al., 2013). El hipocampo, mantendría durante la vejez un aumento de la respuesta en las sinapsis conservadas, así como una capacidad de reorganización de las conexiones neuronales (Goh y Oark, 2009; en Moreno et al., 2013), así contrarresta el declive derivado del envejecimiento. La generación de nuevas neuronas en el adulto se mantendría en dos zonas, la zona subventricular y la zona subgranular del giro dentado (Zarate et al., 2014) y los procesos neurogénicos producidos en el giro dentado hipocampal presentarían un declive en la proliferación de nuevas neuronas y en la migración producto de un enlentecimiento de las funciones, pero no existirían cambios en la supervivencia de éstas (Moreno et al., 2013). Así que al haber mantención de la neurogénesis se beneficiaría el desarrollo de la plasticidad, ya que las nuevas neuronas implicarían la conformación de nuevas conexiones (Zarate et al. 2014) “El cerebro humano no está ‘cableado’ con circuitos neuronales fijos e inmutables; la red sináptica del cerebro y las estructuras relacionadas, incluido el córtex cerebral, activamente se reorganizan a sí mismos a través de la experiencia y la práctica.” (Guglielman, 2012, p.3). Por medio de la neurogénesis la red hipocampal puede adaptarse a los estímulos nuevos a lo largo de la vida, e ir integrando información relevante y nueva (Garthe, Behr y Kempermann, 2009; en Moreno et al., 2013). Es así como el declive de las funciones cognitivas afecta selectivamente a ciertos dominios, pero no a todo el funcionamiento global (Moreno et al., 2013). Uno de los estudios de mayor relevancia sobre la adquisición de nuevos aprendizajes en personas mayores, de acuerdo a demandas externas, es el realizado por los autores Boyke et al. (2008) que concluyó en demostrar la presencia de plasticidad en el cerebro de los participantes luego de que fueron inducidos a un entrenamiento transitorio en malabarismo por 90 días, reflejando mediante resonancia magnética un aumento significativo en la materia gris, específicamente en el volumen neural de las regiones temporales medias, el hipocampo (circunvolución dentada) y el núcleo accumbens. Las regiones relacionadas con el proceso de aprendizaje y con comportamientos motores complejos, se fortalecieron a pesar de que las personas mayores nunca habían realizado anteriormente el ejercicio de malabarismo. Así también, en el estudio se observó que no fue posible mantener las ganancias luego de un periodo en el que no se persistió con un entrenamiento, lo que proporciona luces respecto a las restricciones de la plasticidad (Boyke et al., 2008). Un segundo estudio realizado por Colcombe et al. (2006) demostró un aumento significativo en el volumen cerebral de la materia gris y blanca de un grupo de personas mayores –previamente sedentarios- que participaron en un entrenamiento de ejercicios aeróbicos por 6 meses, la variación de la sustancia blanca puede deberse al fortalecimiento de la vaina de mielina y de nuevas conexiones. El cambio se observó principalmente en las cortezas pre-frontal y temporal, lo que sugiere la importancia de la aptitud aeróbica tanto en la mejora de la salud del sistema nervioso central como en el funcionamiento cognitivo. Ambos estudios concluyen que la edad no es un factor limitante para la plasticidad estructural y que incluso en la adultez mayor hay un cambio en la estructura cerebral, de acuerdo con las demandas del aprendizaje (Colcombe et al., 2006; Boyke et al. 2008). Además, exponen que la materia gris y la sustancia blanca, conservan su propiedad de plasticidad independiente de la etapa evolutiva, por lo que éstas padecen modificaciones durante el proceso de aprendizaje, e irán cambiando conforme la persona mantenga una actividad cognitiva (Scholz y Klein, 2011). Los antecedentes exponen que hay conservación del proceso de neurogénesis y neuroplasticidad durante la adultez mayor, la que se puede seguir desenvolviendo si la persona se expone a estímulos que aumenten su actividad cognitiva, el que conllevará a accionar las conexiones del aprendizaje y por lo tanto aumentará la actividad del hipocampo. Dado que el adulto mayor mantiene información conforme a las experiencias pasadas, es importante destacar que hay diferencias individuales respecto a lo que es considerado un aprendizaje exigente o un desafío óptimo que tiene el potencial de provocar un cambio en la estructura neural (Park et al, 2006, en Park y Bischof, 2013), es decir, es relevante considerar que los cambios se producen ante un desafío, por lo que será distinto para cada persona. Además, para que la persona mayor prolongue el buen funcionamiento de sus procesos cognitivos en la adquisición de los aprendizajes nuevos, es primordial que incluya una rutina con actividades saludables, que serán reguladores positivos en la neurogénesis. “Se ha demostrado que la actividad física y un entorno enriquecido -es decir, más oportunidades para la interacción social, la actividad física y el aprendizaje- mejoran la tasa de neurogénesis adulta y el mantenimiento de estas nuevas neuronas” (Kempermann et al., 1997; Gage, 2002; en Boyke et al 2008). En conclusión, el potencial de reorganización se preservará hasta en las últimas etapas de la edad adulta (Boyke et al., 2008; Klein y Scholz, 2011; Park y Bischof, 2013) y a medida que las personas envejecen, no deberían hacer menos actividades, sino más, para así mantener sus habilidades cognitivas (Boyke et al., 2008), y para ello es necesario que el individuo integre una rutina de su interés que lo exponga a espacios de aprendizaje nuevos. Recordemos que el objetivo final de mantener activos a la población adulta mayor es reducir el declive de la mente, ya que es un problema actual económico y de calidad de vida que es fundamental para controlar los costos de salud y para proporcionar el bienestar emocional de los adultos mayores y sus familias (Park y Bischof, 2013).

Por Katherinne Fischer

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