La expectativa de vida a nivel mundial viene en decidido aumento, y una vida más larga implicará un cambio de paradigma para la sociedad del siglo XXI. Cómo reconfigurar la vida más allá de los 80. Opinan médicos especialistas en gestión sanitaria y expertos en neurología.
Por Juan Dillon
La esperanza de vida a nivel mundial viene en decidido aumento, lo que ha originado que se comiencen a debatir las maneras en las que se reconfigurará la vida más allá de los 80 años. El proceso de construcción de una nueva adultez, o cuarta edad, es producto de diversos factores, aunque principalmente suelen mencionarse los significativos avances tecnológicos aplicados a la medicina, una mayor calidad de vida y una reducción de la pobreza a nivel global.
Este desafío de los últimos años involucra a personas, gobiernos, empresas, organizaciones y sistemas de salud. Todos deberán prepararse para vivir una vida más prolongada.
¿Qué pensaría el «yo» a mis 80 ó 100 años? y será a partir de allí que se deberá partir para las decisiones del presente. Lynda Gratton y Andrew Scott, profesores de la Escuela de Negocios de Londres y autores del libro The 100 Year Life – Living and Working in an Age of Longevity, fueron quienes plantearon sin prejuicios este interrogante. En su trabajo, recientemente presentado, hicieron un cálculo que invitó a la polémica: «Las personas que vivan hasta los 100 años, las cuales serán muchas, deberán trabajar hasta cerca de los 80 o incluso un poco más, a menos que ahorren más del 10% de sus ingresos cada año».
Para la Organización Panamericana de la Salud (OPS), junto con la Organización Mundial de la Salud (OMS), que realiza cada 5 años un relevamiento del estado de América, una persona que nace y vive en este continente puede aspirar a vivir hoy hasta 75 años. Esto supera casi cinco años el promedio de expectativa de vida mundial.
En esa misma línea, las cifras de la ONU confirman que la distancia entre la esperanza de vida de los países más ricos y de los más pobres se estrecha. Esta homogeneización se debe a la caída vertiginosa de la mortalidad infantil y de la mortalidad por enfermedades como el HIV, además de mejoras en el tratamiento y prevención de otros cuadros infecciosos.
Aún así, la brecha no desaparecerá en 2050: la esperanza de vida al nacer actualmente es de unos 72 años, y llegará a los 77 años de media mundial para esa fecha. Pero si se consideran solo a los países más desarrollados, la cifra será bastante mayor, cerca de los 85 años. Y a partir de allí llegar a los 100 no será para nada extraño.
Estas tendencias, junto con la disminución global de la tasa de natalidad, apuntan a un futuro seguro: la humanidad será cada vez más longeva. El envejecimiento de la población supone entonces un desafío enorme no solo para la humanidad sino también para los sistemas de salud, previsionales, y el mundo del trabajo.
La cuarta edad o vejez avanzada
Sergio König, experto en transformación digital de Salud, y director médico de eHealth y mHealth en Chile, explicó en diálogo con Infobae, que «la cuarta edad hace referencia a la última parte de la vida, a la vejez avanzada. A aquellos mayores a los 80 años«.
La diferencia con la tercera edad radica fundamentalmente en que esta nueva adultez viene asociada a conceptos como «multi-enfermedad», «cronicidad» y «discapacidades», que hablan de una población con un alto nivel de dependencia.
Sin embargo, König detalló que «la longevidad no es la expectativa de vida, sino un concepto relacionado no sólo con aspectos biológicos, que posee importantes conexiones con aspectos demográficos de la sociedad y aspectos sociológicos«.
Incluso el especialista va más allá: «Es un hecho que con independencia del incremento de la expectativa de vida que se presenta a partir de una vida más larga también hay un incremento significativo de la mortalidad». König es concluyente y sostiene que «seremos más los que llegaremos a ser más ancianos, aunque esto no cambie el vencimiento del ser humano que aún no pasa de los 100 años«.
El escenario argentino
El perfil epidemiológico de la población argentina marca un crecimiento de la incidencia y prevalencia de las enfermedades crónicas no transmisibles, situación que genera mayor carga de dependencia a mediano y largo plazo en las poblaciones. Sobre este punto, David Aruachan, médico especialista en economía y gestión sanitaria. (MN 108.768) detalló a Infobae.
«Argentina es considerado un país con una transición demográfica avanzada, lo que lleva a plantear la siguiente pregunta, explicó: ¿Qué impacto tendrá el proceso de envejecimiento sobre la demanda de cuidados de larga duración?».
«Si bien en la Argentina existen algunas políticas públicas e incluso prestaciones de cuidados de larga duración por parte de importantes obras sociales – seguros de salud públicos-, en la práctica se trata de instrumentos no integrados y de escaso alcance, tanto por la magnitud de las prestaciones como por su universo beneficiario», detalló.
Para el especialista «uno de los principales desafíos es pensar en el marco de una política de Estado, que analice qué tipo de sistema de contención y cuidado de los adultos mayores queremos para las próximas generaciones».
Las enfermedades del futuro, Alzheimer 2050
En todo el mundo, casi 35,6 millones de personas viven con demencia, según se desprende de los informes de la OMS. Se espera que este número se duplique para 2030(65,7 millones) y llegue a más del triple para 2050 (115,4 millones). La demencia afecta a personas en todos los países, con más de la mitad (58%) viviendo en países de bajos y medianos ingresos.
Para 2050, es probable que aumente a más del 70%. Actualmente, el tratamiento y cuidado de personas con demencia le cuesta al mundo más de 604 mil millones de dólares por año. Esto incluye el costo de brindar atención médica y social, así como la reducción o pérdida de ingresos de las personas con demencia y sus cuidadores o asistentes.
Solo ocho países de todo el mundo cuentan actualmente con programas nacionales para abordar la demencia. De acuerdo al informe sobre demencia de la OMS y Alzheimer’s Disease International esta problemática debería ser una prioridad de salud pública.
Los sistemas de salud están debatiendo estos procesos de declinación de las habilidades cognitivas que no necesariamente tiene que corresponder a una enfermedad. Así lo explicó, Roberto Rey, jefe de Neurología del Sanatorio Finochietto (MN 65.626), quien en diálogo conInfobae compartió: «Está claro que la gente vive muchos más años que a inicio del siglo pasado».
«El gran crecimiento poblacional con los llamados Baby boomers, nacidos entre los años 1946 y 1964, provocará que cuando esta generación tan numerosa llegue a edades avanzadas y supere los 80 años, habrá más personas con Alzheimer que en la actualidad», pronosticó.
Más allá de la preocupación, y la demanda de recursos para el sistema de salud, el doctor Rey es optimista: «Lo importante es que dado el gran avance de las neurociencias y la farmacología en los últimos años, seguramente se descubran tratamientos que mejoren los pronósticos«.
Nuevos empleos, servicios y cambio de paradigma
De acuerdo a los datos de empleo en los Estados Unidos, entre las actividades en alza, figura la atención a personas en casas particulares.
Los analistas proyectan para la próxima década la existencia de 1,2 millones de empleospara cuidados de salud en el hogar y asistentes de cuidados personales, a partir de las cifras oficiales de la Oficina de Estadísticas Laborales, que constituyen más puestos que en otros sectores de la economía. Para 2026, la actividad de cuidados de salud en el hogar sumará 425.600 puestos, un incremento del 46,7%, con un ingreso medio de 22.600 dólares anuales.
Las cifras traen nuevamente a escena la preocupación por construir un presente que incluya un debate sobre los activos tangibles (mundo de las finanzas) e intangibles (mundo del conocimiento). La orientación actual potencia el debate acerca de los intangibles, como las habilidades y el conocimiento, la salud y las amistades, y la capacidad de afrontar las transformaciones.
Incluso, como dice Sergio König, la preocupación por incluir para romper la brecha tecnológica. «Es importante considerar que los adultos mayores tienen una menor capacidad de asimilar nuevas tecnologías y por ende hay que poner esmero y hacerlo para ellos más fácil». Eso también está presente en la inversión en activos intangibles que presenta el desafío de rediseñar la vida con una nueva cuarta edad».
Para los especialistas, la vida comienza a parecerse más a un maratón que a una carrera.