Las vivencias varían según cada situación. Sin embargo, los especialistas advierten que no deben perder los vínculos para no profundizar la sensación de miedo y de soledad. También son quienes se habituaron más rápido a los cambios de la pandemia.
Susana tiene 72 años y una vejez muy activa. No tiene miedo en autorreferirse como “vieja” y defiende el concepto. Su militancia social desde joven la mantuvo siempre ocupada, más allá de que ahora es una enfermera jubilada. La pandemia y el aislamiento social la obligaron a estar más encerrada, pero asegura que, con altibajos anímicos –como le pasa a la mayoría–, sus clases de tambor son lo que la mantiene “conectada a la vida, con otras viejas y viejos”.
La pandemia mundial por la propagación del coronavirus ha llevado a que miles de millones de adultos mayores se sintieran más en riesgo por ser el grupo al que el virus ataca más fuerte. Las realidades son muy heterogéneas y diversas, pero los especialistas coinciden en que lo principal es mantener vínculos y redes sociales (de las reales), a pesar del aislamiento.
“No he faltado ni a una clase de tambores. Antes de la pandemia eran presenciales y ahora son a través de la ‘compu’”, explicó Susana. “Venimos con esta carga de no saber cómo va a ser nuestro día de mañana, si el ‘bicho’ sigue dando vueltas o no. Tenemos que seguir cuidándonos. Es una tarea de todos los días”, asegura.
“Susy”, como más la conocen en su entorno, indica que recién ahora empezó a salir, porque antes estaba mucho en la casa. “Fui los otros días a la caravana para exigir por que el aborto fuera legal”, dice quien fue una militante sindical y social de larga trayectoria en Córdoba. “Mi mayor desafío en esta pandemia fue aprender a delegar, a dejar que me ayuden. Mi familia me cuida mucho y tengo unos vecinos divinos que siempre me están ofreciendo hacerme las compras”, aclaró.
Carlos Presman, profesor de Medicina del Hospital Nacional de Clínicas, advierte que hay diferencias en las vivencias entre aquellos adultos mayores independientes y autoválidos y aquellos que son más frágiles. Sin embargo, destaca que los principales riesgos de enfermedad en los adultos mayores son la percepción de soledad y el miedo, lo que desencadena una mayor cantidad de patologías. Estas dos características han aumentado con el aislamiento social y, con ello, el recrudecimiento de patologías como párkinson, alzhéimer, enfermedades osteomioarticulares: columna, artrosis, caídas, fracturas y enfermedades cardiovasculares.
“¿Qué podemos hacer? Disminuir la percepción de aislamiento y soledad y miedo parándose en la certeza que hemos podido construir: que el distanciamiento a más de dos metros es efectivo, que si tenemos un encuentro al aire libre y con distancia y mascarilla es seguro, sumados al lavado de manos. También es bueno acortar los mecanismos de distanciamiento con la tecnología: videollamadas, mensajes, etcétera”, explica Presman, para quien también es indispensable una caminata diaria.
Un punto a favor
Rodríguez Maiztegui destaca un aspecto importante en cuanto al impacto de la pandemia en los adultos mayores: “La Universidad de Buenos Aires (UBA) hizo un estudio al principio de la pandemia en el que detectó que este grupo etario tienen más condiciones psicológicas y es mucho más fuerte que el de las generaciones más jóvenes, a quienes el virus las agarró más desarmadas. La mayoría de las personas mayores estaba habituada a estar en su casa, al manejo de los tiempos, ya que la jubilación es un punto de inflexión. En cambio, para los más jóvenes, fue un cambio grande en cuanto a rutinas, a seguir con el trabajo, al cuidado de los niños, etcétera”, explica la especialista.
También aclaró que, en una segunda etapa de la pandemia, el estudio detectó un mayor deterioro emocional marcado por la incertidumbre y por el miedo, pero lo relacionó más con la sensación generalizada de las personas, más allá de la edad.
“La vejez es heterogénea y no debemos tener una mirada estereotipada creyendo que son los más fragilizados. Por supuesto que hay muchos que sí lo están, pero hay que ver cada situación”, indica Rodríguez Maiztegui. “Lo principal por propiciar es que las personas mayores no dejen de estar vinculadas, que encuentren la forma y que aprovechen las herramientas para estar cerca de sus seres queridos apelando a las mayores estrategias y habilidades que tengamos a mano: videollamadas, cartas, visitas con distanciamiento”, destacó.
En el mismo sentido, Andrés Urrutia, master en Gerontología y director de Cepram, explica que desde la institución comenzaron una investigación a través de encuestas telefónicas y detectaron que al comienzo de la pandemia había preocupación por el contagio del virus y después la preocupación mayor se fue trasladando al bienestar económico y a la conservación del trabajo de los hijos. Con el pasar de los meses, volvió a predominar el miedo al contagio y a la muerte. También dijo que notaron más problemas de insomnio.
“Lo principal es que haya un acompañamiento de esa persona desde las redes sociales. Cuanto más activo ha sido el acompañamiento, más bienestar se produjo”, asegura.
También destaca que desde la página de Cepram realizan charlas abiertas y gratuitas por YouTube y por Facebook, donde participa mucha gente. “Es importante que le brindemos un acompañamiento estable porque hay gente muy sola. Desde esa idea, todos los días enviamos por WhatsApp, que luego se reenvían entre muchos, la lectura de un cuento o de una poesía. Algo que ayude a conciliar el sueño, un momento de sosiego después de los noticieros que hablan de cantidad de casos y de muertos”, explica.
Otras herramientas
Susana Báez, de 72 años, explica en uno de los videos de Voces Mayores –una iniciativa de la fundación Navarro Viola– que durante el aislamiento se volcó a desarrollar su escritura y lo vive como una experiencia positiva. “No tengo una profesión ligada a la escritura, pero me pareció un desafío, una experiencia que me permite pensarme, porque muchas veces, por el ritmo de nuestras actividades, no nos detenemos a registrar cosas valiosas. Me sirvió para hacer un balance y eso es bueno en la vida”, cuenta Susana, que es fundadora de la Escuela Kumelén, de Córdoba.
“Además de expresarnos, nos reconocemos a nosotros mismos”, agrega en el video. La serie de Voces Mayores intenta armar un registro federal de voces con las habilidades que han desplegado los adultos mayores en la pandemia.